UNHA VIAXE A TRAVÉS DAS LETRAS-Textos escollidos

ALUMNADO CON NEAE DE 1º E 2º DA ESO DO IES CASTRO ALOBRE DE VILAGARCÍA  DE AROUSA

Bos días! E boa fin de semana!
Hoxe imos centrar a nosa atención nunha novelista española contemporánea, membro da Real Academia Española e que no ano 2010 obtivo o Premio Cervantes. Sabedes de quen estou a falar?




É Ana María Matute Ausejo (1925-2014), unha das voces máis persoais da literatura española do século XX, considerada como unha das mellores novelistas da posguerra española.
Matute, cun fino sentido poético, dirixe ao mundo infantil os seus últimos libros. El saltamontes verde (1960) é un relato dun neno mudo que vai polo mundo en busca da súa voz. Vexamos un fragmento desta obra.


El saltamontes verde

Capítulo I

Una vez existió un muchacho llamado Yungo. Vivía en una granja muy grande, cercana a los bosques. La granja estaba llena de muchachos de todas las edades, los unos hijos de los granjeros, los otros de los criados.
Yungo era un huérfano adoptado por la granjera. Le recogió siendo muy pequeño, pues sus padres se ahogaron en el río cuando empezaba el deshielo, y la corriente se desbordó.
La granjera estaba siempre tan atareada, con la cabeza llena de cuentas y cálculos -era una mujer muy ambiciosa-, que no podía acordarse en qué año ni día nació Yungo.
A primera vista, Yungo parecía un niño como los demás, pero los muchachos dejaban pronto de jugar con él y las gentes no solían hablarle ni pedirle nunca nada. Y es que Yungo no tenía voz.
Hubo un tiempo en que, los días de mercado, la granjera lo comentó con otras mujeres del pueblo:

- Este muchacho perdió su voz. Alguien se la robó al tercer día de nacer. En algún lugar estará, pero ¡quién sabe cómo ir a buscarla!

Mas, aunque Yungo hubiera perdido su voz, lo oía y comprendía todo. No era mudo, como el muchacho que acompañaba al mendigo pidiendo limosna por los pueblos. Yungo sabía que alguien le robó la voz, que en algún lugar estaría, quizá aguardándole. Y muchas veces soñaba con ello.

Al principio Yungo era un muchacho más bien alegre, pero como siempre le dejaban solo, acabó volviéndose abstraído y un poco huraño. A veces en sus trajines, la granjera pasaba por su  lado y le veía sentado en un rincón, o apoyado en la pared del sol, pensativo, con las manos en los bolsillos. Entonces la granjera le decía:

-¿Qué haces ahí, tan solo? ¡ Anda a jugar, chico, que muy pronto te obligarán a trabajar!

Yungo se alejaba y procuraba esconderse en algún lugar apacible. Entre las varas del huerto, o allí,  en el bosque, donde nadie fuera a decirle cosas estúpidas o malvadas.
De este modo llegó a una edad en que los otros...

Para saber máis cousas de Ana María Matute, clicade aquí:

 

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